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“CERNÍCALO, avecilla de rapiña; especie de gavilán bastardo, con que suelen entretenerse los muchachos, haziéndoles venir a tomar la carne de la mano. Unos son de uñas blancas y otros de uñas negras y de mejor casta […]. Díxose cernícalo de cerner, porque suelen estarse en el aire sin moverse de un lugar, meneando las alas y la cola; lo que en las aves llaman los caçadores cerner.”

Así describe al cernícalo Sebastián de Covarrubias y Orozco en su diccionario “Tesoro de la Lengua Castellana o Española” de 1611; probablemente una de las alusiones escritas más antiguas que podamos encontrar a estas aves en nuestra lengua, salvando si acaso algunas obras anteriores dedicadas a la cetrería en las que los cernícalos no tienen apenas presencia.

A pesar de lo escueto de esta definición encontramos aquí sin embargo algunos datos interesantes que ponen de manifiesto la antigua relación entre cernícalos, especialmente primillas, y humanos, haciéndose ya eco de la práctica habitual entre los chavales de criarlos y acostumbrarlos a comer de su mano, lo que siguió por cierto siendo relativamente cotidiano en nuestros pueblos hasta mediados del siglo pasado: según parece, los chiquillos acostumbraban a deslumbrar a los pollos ya emplumados, en las torres de las iglesias y otros edificios, con un espejo en el que reflejaban los rayos del sol, hasta que aturdidos estos caían en sus manos para poder así alimentarlos y finalmente adiestrarlos.

Otro dato interesante de la descripción de Covarrubias es la alusión a la pigmentación de las uñas, donde ya subyace una diferenciación -probablemente no voluntaria por parte del autor- entre cernícalos vulgares y primillas. Lo mismo que al otorgarle mejor casta a los de uñas negras (cernícalos vulgares), pues aporta un dato en el que sencillamente constata el mayor tamaño de estos respectos al de los primilla.   

Finalmente, en esta corta pero jugosa definición, desvela Covarrubias el origen del nombre de la especie. Etimológicamente la palabra cernícalo proviene del latín cerniculum, que significa criba, lo que puede en principio resultar poco relacionado con nuestra especie. Pero curiosamente, cerner (o cernir) viene de cernere y significa separar; se refiere básicamente a separar con el cedazo (o criba) la harina del salvado. Por extensión, es de suponer, la acepción sexta del diccionario de la RAE de la palabra cerner es “Andar o menearse moviendo el cuerpo a uno y otro lado, como quien cierne”. Y ya la séptima “Mover las aves sus alas manteniéndose en el aire sin apartarse del sitio donde están”; como quien cierne, podríamos añadir de nuevo.